¡que me gusta un pueblo! que aplaude cada levantá; que corta el aire con olés de faraones; que vibra, llora y ríe de emoción al mismo que mece sus Dolores en el vaivén grácil de las bambalinas que cobijan a su Reina. Me gusta el calor del pueblo, el mucho calor que suda oraciones y plegarias, piropos e intenciones bajo las trabajaderas de la hermosura. Las penas son muchas, pero los Dolores nos llevan al cielo abierto de una Virgen, Reina, Madre y alcaldesa perpetua, donde la belleza se hace tan terrena y próxima como el cariño incondicional de una Madre hacia sus hijos. ¡Me gusta un pueblo, sabroso y entregado, como Camas, que paseó a su patrona, como una Reina, por Sevilla eternamente agradecida!.
sábado, 15 de junio de 2013
Como una Reina se paseó por Sevilla
¡que me gusta un pueblo! que aplaude cada levantá; que corta el aire con olés de faraones; que vibra, llora y ríe de emoción al mismo que mece sus Dolores en el vaivén grácil de las bambalinas que cobijan a su Reina. Me gusta el calor del pueblo, el mucho calor que suda oraciones y plegarias, piropos e intenciones bajo las trabajaderas de la hermosura. Las penas son muchas, pero los Dolores nos llevan al cielo abierto de una Virgen, Reina, Madre y alcaldesa perpetua, donde la belleza se hace tan terrena y próxima como el cariño incondicional de una Madre hacia sus hijos. ¡Me gusta un pueblo, sabroso y entregado, como Camas, que paseó a su patrona, como una Reina, por Sevilla eternamente agradecida!.
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